jueves, 11 de abril de 2013

Venezuela y la Revolución Bolivariana


Balance de la gestión de Hugo Chávez
Roberto Mérida

ARRIBA. Manifestación con motivo de
la despedida de Hugo Chávez
En vida de Hugo Chávez, el gobierno bolivariano ha recibido las simpatías de quienes se oponen a la opresión del imperialismo y sus políticas neoliberales hacia los pueblos en el mundo, se ha visto arropado por la simpatía por parte de un amplio sector de las capas populares de Venezuela, los países del ALBA y el mundo. Es un gobierno que ha servido de paraguas para el avance y radicalización de las conquistas sociales por parte de las clases oprimidas del país, y ha contribuido a refrenar en la región el predominio de la oligarquía y la burguesía compradora tradicionales, así como el avance del imperialismo a nivel político, echando del poder a sus gobiernos títeres. A las llamadas políticas neoliberales, desangradoras del nivel de vida y los recursos de la nación a manos de las multinacionales, Chávez ha sabido oponer políticas independientes, basadas en la recuperación de los sectores estratégicos, el aumento de salarios y del nivel de vida, el doble poder, o poder comunal, en lo local, y en general una política de desarrollo de las infraestructuras y servicios sociales; la educación se ha visto disparada, erradicando el analfabetismo; los recursos de las rentas petroleras se han invertido por primera vez en décadas en mejorar la vida de las clases pobres y enriquecer al grueso de la población, y no en acrecentar las ansias de riqueza y poder de las clases altas. Es un gobierno permeable a la presión de las clases bajas y el movimiento social, que es la única y genuina causa que ha hecho posible su radicalización hacia posiciones izquierdistas, antiimperialistas y próximas al socialismo. Es un gobierno, pues, caracterizado por haber concedido al pueblo numerosísimas conquistas sociales, permitiendo así un mayor reparto del trabajo y la riqueza en el país; pero bajo su paraguas, también se ha visto favorecido un amplio sector de la burocracia estatal, militar, y la burguesía local: multitud de empresas, incluso de sectores estratégicos, siguen en manos de propietarios privados, y en muchos casos, de multinacionales extranjeras europeas y japonesas. Ni que decir que, a pesar de la existencia de organismos de doble poder, como los consejos comunales, donde el pueblo participa en la política a nivel local, éste no ejerce el poder a nivel de todo el país: las políticas locales están enormemente limitadas y requieren a cada paso de la financiación del Estado. La población obrera y campesina continúa sin ejercer la propiedad común y el control obrero de la producción en la mayoría de empresas, tanto estatales, como privadas, así como de tierras del país: una parte de las cuales han pasado al Estado, pero son administradas por la burocracia, el resto, continúan en manos privadas. Así, más de dos tercios de la economía siguen en manos de capitalistas y terratenientes, según datos económicos de hace un año, previos a las últimas elecciones, de 2012.

Es un error habitual por parte de la izquierda creer o llamar a esto como una forma de socialismo. Lejos de eso, Venezuela es más una forma de economía de transición del capitalismo al socialismo, pero todavía inacabada, incompleta, más próxima a un capitalismo socialdemócrata radical.

Es un gobierno liderado por un sector progresista de la burguesía nacional que persigue una 2ª independencia, para poder experimentar un cierto desarrollo de las infraestructuras en lo que se conoce como capitalismo desarrollista o neo-keynesiano. Para ello han buscado apoyarse en las fuerzas vivas del país: la clase obrera, el campesinado, los indígenas y los pobres, apoyándose en la movilización ciudadana.

Esto amenaza con hacer posible una ulterior reversión al capitalismo, si la revolución no avanza y se radicaliza, y un viejo gobernante es sustituido por otro nuevo, vacío de contenido social y económico en su discurso, más preocupado por hacer gala de patriotismo y nacionalismo que en llenar su gestión de contenido tendente al empoderamiento de las clases bajas y trabajadoras y a la transformación social. Pero el que se radicalice o no la revolución no depende tanto del gobierno en el poder, formado en buena parte por burócratas y una naciente burguesía de Estado pro-China/Rusa, sino de la propia clase obrera, de que siga politizándose, organizándose con independencia de clase, radicalizándose y empujando los destinos del país hacia una verdadera revolución proletaria. Ocupaciones y colectivizaciones de empresas, como la de Sanitarios Maracay (reprimida por el gobierno regional) deben generalizarse a nivel de todo el país. El sindicalismo mayoritario debe ganar en independencia política, y los trabajadores deben dotarse de su propio Instrumento Político revolucionario.

Por decirlo de otro modo, en Venezuela en estos años se han conseguido gracias a las conquistas sociales y democráticas, logradas mediante la movilización del pueblo y su empuje al gobierno, muchísimas mejoras para las clases populares: muchísima más inversión en sanidad y educación, misiones sociales, viviendas gratis o a bajo coste, y un incremento exponencial del salario, además de varias nacionalizaciones de empresas y bancos; la crítica es que estas nacionalizaciones no han sido totales, de todos los sectores ni empresas estratégicas, sino solo de una parte, y se han producido, a menudo, comprándolas, a precio millonario de coste, lo que permite la fuga parcial de capitales y continúa alimentando a la burguesía fuera del país.

Además, al seguir el país en el capitalismo sigue viéndose afectado por la crisis económica capitalista mundial, lo que empeora parte de los niveles de vida alcanzados y mantiene en alza fenómenos como la delincuencia, la pobreza, la polarización social, que no ha sido reducida al completo o, en el caso de la delincuencia, incluso ha aumentado. Eso por no criticar problemas como el aumento de la mala gestión en empresas públicas, como la electricidad.

Es un país que ha mejorado los derechos laborales y aumentado la tasa de empleo, pero no ha alcanzado el pleno empleo y a menudo ha sustituido a la vieja patronal en las empresas nacionalizadas por una naciente burocracia de estado que reprime la lucha sindical. O por una nueva patronal por parte de empresas japonesas, españolas, italianas, chinas, iraníes, venezolanas, que ha venido a sustituir a la vieja patronal yanqui-europea y pro-oligárquica, etc. Todo ello sin mencionar que se mantienen relaciones capitalistas en la franja del Orinoco debido a la carencia de la empresa petrolera pública estatal venezolana y de la mayoría de empresas de Latinoamérica para extraer el petróleo de esa zona, en malos terrenos y condiciones muy difíciles, que requerirían un tipo de maquinaria específica del que sólo disponen determinadas empresas fuertes extranjeras, entre ellas, la multinacional capitalista privada española Repsol, o la petrolera capitalista estatal rusa Rosneft, que accedió a más de un 40% del petróleo de un yacimiento recién descubierto en dicha franja que equivale a 16.000 millones de barriles a un costo unitario de 10 centavos de dólar por barril (18/03/2013 03:05:00 p.m. | IPS.). Son empresas capitalistas de las que casi todos sus beneficios revierten en ellas mismas, y no en el pueblo venezolano ni latinoamericano. Digamos que un error del gobierno venezolano ha sido mantener este tipo de relaciones capitalistas, a menudo centrarse en ellas a la hora de desarrollar acuerdos comerciales internacionales, en lugar de apostar por empresas latinoamericanas públicas dentro del bloque del ALBA, cuyos beneficios vayan a revertir necesariamente en un mayor desarrollo de las infraestructuras de estos países desde largo tiempo atrás semicoloniales, sentando así las bases para su segunda independencia: la independencia económica. Digamos que los países del latinoamericanos del ALBA están mil veces más necesitados de ese desarrollo económico de sus propias empresas estatales e infraestructuras ya que de ello depende su soberanía energética, que es un pilar básico para conquistar su independencia económica; lo necesitan, en cualquier caso, mil veces más que el Estado capitalista ruso, cuyos beneficios de sus empresas revierten, a día de hoy, en su mayor parte, en la oligarquía dominante y la mafia rusas. Semejante independencia económica permitirá a estos países desde largo tiempo atrás neocoloniales o semicoloniales desarrollar unas relaciones comerciales internacionales con otros países en términos de mucha mayor igualdad. Venezuela puede desarrollar relaciones comerciales con Rusia y China, a pesar de todo esto, en términos de mucha mayor igualdad gracias a que ha obtenido en gran medida su tan ansiada independencia económica, gracias a la recuperación vía nacionalización o "compra" de los sectores estratégicos y energéticos.

Por otra parte, la lucha sindical y la represión, por parte de la patronal, sigue existiendo en muchas empresas, alcanzando grados de crudeza extremos en el caso de ciertas multinacionales del sector privado, llegando a dar lugar al asesinato de 65 sindicalistas en 2 años: tal es el caso de las automovilísticas japonesas Mitsubishi, Macusa y Toyota, con el dirigente sindical de Toyota, Argenis Vásquez, asesinado en Cumaná, el 5 de mayo de 2009, luego de denunciar mafias vinculadas a la venta de vehículos en el estado Sucre; estos casos de asesinatos de sindicalistas, son sin embargo difícilmente achacables al gobierno; son más achacables precisamente a la patronal extranjera, por lo común más interesada en apoyar a los grupos de la oposición de derechas, y a la habitual táctica, por parte de la patronal, de corrupción de funcionarios pertenecientes a la policía o gobernatura local. Así: El propio presidente Chávez se pronunció el 1 de diciembre de 2008 solicitando que se investigara el triple asesinato de los dirigentes sindicales revolucionarios Richard Gallardo, Luis Hernández, y Carlos Requena. Sin embargo, la investigación nunca se realizó. La Corriente Clasista, Unitaria, Revolucionaria y Autónoma (CCURA), ha denunciado el asesinato de 8 de sus militantes en el estado Aragua, y uno en el estado Mérida, y ha desarrollado campañas nacionales e internacionales denunciando la escalada del sicariato en contra de los dirigentes sindicales honestos y clasistas. Uno de los más recientes asesinatos fue el de Jerry Díaz, dirigente sindical de la empresa Manpa, el 25 de abril de este año. Días después del asesinato, la policía de Aragua capturó al presunto asesino de Díaz, pero lo liberó pocas horas después.” (http://radioecos.radioteca.net/leer.php/1987420, 4/8/2010). Semejantes hechos demuestran, así mismo, la implicación de los sectores más corruptos y reaccionarios de la propia burocracia de Estado en semejantes hechos de represión al sindicalismo combativo y a la clase obrera.

Es un proceso el venezolano, por tanto, con limitaciones: típico de las revoluciones burguesas en países tercermundistas que buscan emanciparse del imperialismo pero, sin acabar completamente con el capitalismo y sin poner los medios de producción, completamente en manos de la clase trabajadora, e incluso aplicando la vía de la represión para impedirlo, y salvaguardar sus privilegios.

Revolución democrático-nacional, pero antiimperialista, al fin y al cabo. Ha conseguido barrer del suelo del país la bota del imperialismo yanqui, que es la principal potencia capitalista hegemónica del mundo y está a la vanguardia de la reacción y la represión de los pueblos y la clase proletaria, pues goza de un poderío militar superior, y de una mayor concentración de poder y riqueza por parte de una élite capitalista financiera ridículamente pequeña y horrorosamente potentada, con miles de lazos y relaciones de control y predominio a su vez sobre las burguesías compradoras y oligarquías locales en multitud de países subdesarrollados, neocoloniales, de América Latina, África y Asia, vinculadas directamente a aquella y que constituyen, de facto, un verdadero “Estado mayor”; controla, asimismo, también, a las burguesías imperialistas de potencias de segundo y primer orden, como Japón y la Unión Europea (la llamada “tríada” imperialista), que no disponen del grado de concentración de capital y de poder político de que disfruta EE.UU., y están a una distancia sideral del poderío militar norteamericano, pero que compiten, junto con ellos, por el expolio y la dominación de los países neocoloniales, y ejercen la dominación y expoliación local de los recursos de su propia clase proletaria y los de los países semiperiféricos de su propio entorno (PIIGS), a través de, por ejemplo, Alemania. Con la aparición de la superpotencia yanqui, las relaciones entre el centro y los países bajo su órbita, son relaciones de control y dependencia en mayor o menor grado. Por eso, la lucha de los pueblos y países como Venezuela por su plena soberanía estatal y por un orden económico internacional justo, constituye el principal componente de la lucha antiimperialista y antihegemonista mundial, y forma parte de la revolución proletaria mundial, a pesar de sus límites. El objetivo de las fuerzas proletarias organizadas y del comunismo revolucionario a nivel mundial, es por lo tanto, apoyar a la Revolución Bolivariana, aportar elementos teóricos de apoyo para su radicalización, sin dejar de ningún modo de defender en todo momento los intereses comunes del proletariado local y las conclusiones más avanzadas en la lucha por el socialismo, dentro del movimiento revolucionario mundial.

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