sábado, 2 de marzo de 2013

La cabecera del 23-F recibe elogios de la cúpula PPera


Noelia Martínez, Lanzarote

Ya es hora de que la emoción de la indignación evolucione hacia la reflexión. Ya es hora de que los activistas trascendamos desde lo emotivo hacia lo reflexivo y lo estratégico, sobre todo después de la marea ciudadana del 23-F. Explicaré por qué:

Las manifestaciones y huelgas han sido históricamente útiles porque mostraban una capacidad de contrapoder al poder. Desafiaban como un ciervo desafía enseñando su cornamenta. Sin llegar a combatir, disuade, mostrando sus afiladas astas.


El objetivo de las manifestaciones era mostrar al poder establecido cómo el poder popular podría parar las comunicaciones, colapsar el tráfico de mercancías, o hacer cualquier daño real a la economía.

Sin embargo la marea ciudadana 23-F, lejos de mostrar ese poder popular, ha sido en muchos puntos contraproducente:

1º. Porque al menos en Madrid, ha ejercido coacción interna, siendo tan auto-represora que ha llegado a recibir los elogios del partido despótico que gobierna.. el efecto ha sido el mismo al que produciría un ciervo al que se limara sus astas frente al enemigo.

2º. Ha sido contraproducente porque no tenía objetivos claros a los que ir, ha sido una manifestación sin objetivos concretos. Una huelga de servicios, por ejemplo, cuyo objetivo sea renegociar las condiciones salariales, puede fracasar o triunfar en función de que consiga paralizar el trabajo. Marcando esto la hoja de ruta de futuras acciones. Sin embargo, en el caso de un acto simbólico como el del 23-F, sin objetivos claros se hace imposible juzgar si ha sido un fracaso o una victoria concreta; todo quedará sujeto a interpretaciones subjetivas, lo que impedirá una planificación estratégica en futuro.

3º. Ha sido contraproducente también, porque canaliza la atención emocional, las iras, sin resolver la causa de las mismas. Son estrategias paliativas, analgésicas o incluso anestésicas con la indignación, pero no curativas, ya que no se han abierto procesos que persigan soluciones a largo plazo. Y además se ha perdido la oportunidad de intercoordinación entre luchas para crear un verdadero contrapoder popular. Estos disparos de fogueo desgastan.

4º. Ha sido contraproducente por la traición que han supuesto los siguientes hechos, relacionado y concatenados: desconvocar tan rápido la convocatoria, y desvincularse por parte de la cabecera de cualquier acto que supusiese un incremento de las tensiones en las calles. Este acto es tan traidor como si la ejecutiva de los sindicatos se desvinculara de sus propios de sus propios piquetes. Uno puede compartir o no cierta metodología, pero mientras estas no atenten contra la seguridad de las personas, criminalizarla, es darle más limas al ciervo para que acabe con sus astas y se domestique definitivamente.

5º. La marea ciudadana, en este formato emotivo y uniformante ha descuidado la reflexión primando el simbolismo, estas manifestaciones simbólicas pueden desembocar en una liturgia en sí misma, con sus propios mantras y rituales. Porque hay consignas que se repiten manifestación tras manifestación, pero hacia cuya realización no se diseñan estrategias. Como si el mero hecho de repetirlas tuviera efectos mágicos en su consecución. El pensamiento mágico toma mucho protagonismo cuando falta reflexión. Un ejemplo de este pensamiento mágico, también, es el apoyar estas manifestaciones simbólicas creyendo que el derrocamiento de todo sistema injusto se producirá de una manera casi espontánea. Estos pensamientos mágicos se basan en clichés como el de Islandia, que, de nuevo, como en religión, está magnificado y mitificado, no correspondiendo a la verdad de los hechos. Tras la liturgia del 23-F, cualquier amante de la reflexión podría preguntarse ¿es malo rezar? no. ¿es efectivo rezar? no. ¿puede ser contraproducente rezar? sí. 

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