viernes, 29 de marzo de 2013

EE.UU. y Corea del Norte. ¿Posibilidad de una escalada bélica nuclear?


Roberto Mérida

EE.UU. está provocando a Corea del Norte, invadiendo a cada rato un palmo más su territorio por vía marítima y aérea para tentarla a actuar. Corea del Norte se siente amenazada, tiene la bomba nuclear y está dispuesta a utilizarla como demostración de fuerzas, o medida de defensa; pero hasta ahora, se han contentado con emplear dicha amenaza como garante a fin de mantener la integridad de su territorio.

EE.UU. quiere dar un paso más; quiere romper ese equilibrio de fuerzas, provocando una agresión por parte del gobierno norcoreano, para tener un pretexto para invadir o destruir la región y quitarse así a un adversario o rival geopolítico en la zona; y apoderarse económico-empresarialmente de todo el territorio de la actual Corea.


Pero tiene que guardar las apariencias. El imperialismo yanqui se ve en la obligación de simular o aparentar que el primer actor en atacar es el gobierno norcoreano, y no a la inversa, ya que su ya mermado prestigio ante los ojos de la opinión pública internacional y ante su propia población se vería diezmado o destruido, de suceder del modo opuesto: tiene que parecer que este gobierno asiático ha perdido el juicio, y que EE.UU., "en defensa de su pueblo, de la libertad y de la democracia, y de su integridad nacional, como nación soberana y como la nación más poderosa del mundo", se defiende.

Pero los políticos norcoreanos, la casta burocrático-militar que gobierna este país con mano de hierro, al igual que la podrida corruptela de políticos burgueses yanquis, coaligados con la oligarquía financiera y los jefes y magnantes de grandes multinacionales, entre ellos del lucrativo negocio de la industria armamentística (que espera sacar tajada ante la perspectiva de una inminente guerra con Norcorea), no tienen ningún aprecio por la vida humana ni tampoco por su pueblo, más que por su propio poder y beneficios; menos aún lo poseen por el pueblo vecino.

El gobierno y casta militar norcoreana están dispuestos a atacar Hawaii o Missouri, además de Guam; el gobierno estadounidense, la clase dominante yanqui y la oligarquía financiera, a sacrificar una o dos ciudades de su territorio con tal de tener manos libres para desplegar toda su fuerza y poderío militar y nuclear y que el siguiente impacto sea el definitivo, arrasando media Norcorea. A las bombas nucleares sucederán las tropas, portaaviones y paracaidistas invadiendo el territorio con una fuerza militar permanente, al estilo de Iraq o de Afganistán; pero no sin una previa destrucción del territorio y las infraestructuras del país, y de una masacre, similar o incluso superior a las de Nagasaki y Hiroshima; que caracterizan y son ya un clásico en el viejo historial de genocidios de la historia, y genocidios perpetrados a lo largo de su historia por esta potencia.


Las consecuencias de un ataque nuclear

El alcance de una guerra nuclear a escala internacional tendría consecuencias desastrosas, no sólo sería un genocidio para las poblaciones que lo sufran, sino que contaminaría la atmósfera, acaso legándonos décadas de un cielo y un aire opacados por una nube de radiacción en lo que se conoce como “invierno nuclear”. En el fondo, tanto para la clase gobernante yanqui como para la norcoreana, esto es una partida de póker, en el contexto, claro está, geopolítico; pero una partida de póker en la que, lo que la clase dominante yanqui tiene en juego es la ampliación de su control territorial, y geopolítico-militar; pero la casta gobernante norcoreana, tiene en juego su supervivencia política, su mera razón de existir, que defenderán con uñas y dientes.

Pero los yanquis tienen la posición fuerte y Norcorea la débil; a los yanquis no les importa provocar y desatar al enemigo porque saben que la fuerza está de su lado. Y los norcoreanos no están dispuestos a dejar que EE.UU. se confíe por un instante, y se acostumbre a violar e invadir el territorio norcoreano al primer capricho de la oligarquía internacional dominante.

Si esto se desata, transformará la faz del mundo y a la sociedad tal como la conocemos. Pero es difícil que se desate algo así, porque ambos gobiernos tienen mucho que perder, posiblemente más de lo que ganarían. Es una amenaza para ambos, aunque para Norcorea sea una amenaza total, y para EE.UU. parcial.


Es más necesario que nunca un movimiento antiguerra a escala mundial

Digámoslo así: EE.UU. tiene las de ganar. Dependiendo de lo poco que le importe la población mundial, de su propio país y norcoreana y las muchas ansias de poder que tengan, esto se desatará, o no. Así de sencillo.

Puede influir como factor añadido la presión popular internacional, eso sí. Si el régimen yanqui teme perder todo su prestigio, es previsible que no actuará.

Eso deja posibilidades a la causa popular. Abre la perspectiva de un movimiento popular antiimperialista y antibélico, a escala internacional, que logre ejercer la presión suficiente sobre los gobiernos imperialistas de la OTAN, y en particular sobre el estadounidense, para evitar que estos se expongan a una ruptura del frágil equilibrio de fuerzas entre potencias nucleares, sacrificando una parte de su propia población y territorios, y a la población del país enemigo. El daño de un desenlace tal lo pagaría la clase obrera coreana y del mundo.

Por eso, es imperativo, es más urgente y necesario que nunca el surgimiento de un movimiento popular global en contra del imperialismo y de la perspectiva de una guerra con Corea del Norte, con posibilidad de una escalada nuclear. Es necesario a su vez, poner de actualidad el movimiento antinuclear, y la consigna del desarme bélico-nuclear; pero esta,
lejos de ir dirigida únicamente contra Norcorea, debe ir dirigida, en primer lugar, contra la potencia estadounidense. Lo opuesto, sería una actitud hipócrita, completamente entreguista y que sólo iría en detrimento de la soberanía nacional de un país pequeño, desgajado hace décadas del imperialismo, aunque no con la mejor suerte en cuanto a la deriva policíaco-militar de su sistema de gobierno interno y su régimen, lo que sumado al criminal bloqueo al que somete a este país el imperialismo, perjudica y tiraniza en última instancia a la población de Norcorea. Además, una postura hipócrita tal contriburía a engordar las filas de apoyo y la acumulación de poder en manos del bloque imperialista de la OTAN, lo que no ayudaría precisamente a la lucha por la emancipación y la libertad de los pueblos del mundo, ni a la lucha por la emancipación de los países del tercer mundo, oprimidos por la bota de las potencias; podría ser, asimismo, usada el día de mañana en una nueva guerra de rapiña, con posibilidad de nueva escalada nuclear, contra sus enemigos geopolíticos: Irán, Rusia o China, lo que no ayudaría a mejorar, sino socavaría las bases de cualquier posible perspectiva de mejora o bienestar por parte de la clase trabajadora y de las clases populares del mundo.

Por tanto, la consigna del desarme nuclear debe ir en todo momento y en primera instancia dirigida contra un enemigo principal: el imperialismo "occidental", a saber, EE.UU. y las principales potencias que conforman la OTAN. Seguidamente, y a la par, debe ir dirigida, por lógica aplastante y extensión, contra el bloque geopolíticamente opuesto a las prerrogativas yanquis: Rusia, China e Irán; y finalmente, y a la par, de Norcorea.

No es previsible ni deseable la dinámica de un desarme nuclear únicamente por parte del Estado norcoreano si no va inmediatamente antes o a la par acompañada de un desarme nuclear incondicional por parte del Estado imperialista yanqui y demás imperialismos de la OTAN, así como del resto de potencias geopolíticamente opuestas al bloque imperial-occidental.

Pero ante todo, la agenda prioritaria ante el peligro de una posible escalada bélico-nuclear entre EE.UU. y Norcorea, por parte de las clases populares, es el surgimiento de una masiva y vasta campaña anti-guerra.

De lo contrario, el peligro al que se exponen ya no las capas populares y la población obrera, sino la población per sé de todos los países del mundo es evidente.

Nos exponemos al peligro de una regresión social, la destrucción del medio ecológico, y un holocausto nuclear, con la correspondiente masacre y pérdida de vida humana, y vida en general, subsiguiente.

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