domingo, 20 de enero de 2013

La Tribuna Satírica, nº 2: Rehabilitación de Presidiarios

José F. Durán Velasco, Sevilla


-¿Y tú en qué trabajas?
-Rehabilito presidiarios para integrarlos en la sociedad como ciudadanos ejemplares respetuosos de la ley.
-¿Quieres decir que les buscas un buen trabajo con un buen sueldo y una vivienda digna y barata?
-No. Eso sería hacer milagros. Yo sólo soy psicoterapeuta.
-¿Entonces cómo los rehabilitas?
-Con tratamiento psicológico. Se trata de que comprendan que su comportamiento no es correcto ni aceptable, que entiendan el sufrimiento que han causado a sus víctimas y se identifiquen con ellas poniéndose en su lugar.
-¿Rehabilitas a violadores, proxenetas y navajeros?
-No, mi especialidad es rehabilitar a atracadores de bancos y asaltantes de viviendas de lujo.

-¿Y cómo lo haces?
-Tratando de concienciarlos de la maldad de sus conductas delictivas y de que lo que han hecho es una gravísima injusticia contra sus semejantes.
-¿Los banqueros y los ricachones de las viviendas de lujo son sus semejantes?
-Se trata de hacerles comprender que si a ellos tampoco les gustaría que les atracasen sus bancos o les desvalijaran sus viviendas de lujo… ¿Por qué lo hacen a los demás? Se trata de crear una sensación de empatía: que el delincuente acabe haciendo suya la regla de oro: “Lo que no quieras para ti, no lo hagas a tu prójimo”.
-Sí, eso estaría bien si viviéramos en una sociedad igualitaria donde todos fuésemos “semejantes” y no en una basada en el “homo homini lupus” y “privatiza, coge el dinero y corre”.
-Tú también necesitarías de mis terapias.
-¿Para amar a los banqueros como a mí mismo?
-Rebosas odio de clase. No has entendido nada de lo que es el amor cristiano y que viviendo en un estado de derecho basado en la libertad y la democracia todos somos libres e iguales… ¡Todos somos hermanos!
-Sí, como Caín y Abel.
-Eso es: Caín tenía envidia a Abel. ¿Por qué? Porque Caín fue el primer rojo: odiaba a Abel porque Abel era rico y bueno, Abel era rubio y de ojos azules, Caín era moreno cetrino, posiblemente negro, y odiaba a Abel porque era lo que él hubiera querido ser: un bello mozo rubito y de ojos azules, rico y bueno.
-¿Dónde has leído esa historia? ¿En el Génesis o en el Mein Kampf?
-Abel era un empresario ganadero que deslocalizaba los rebaños, mientras que Caín era un agricultor ineficiente. Por eso Dios prefería las ofrendas de Abel y le concedía todo lo que pedía. Abel ordeñaba sus rebaños todos los días, mientras que Caín se negaba a trabajar los fines de semana y los festivos y tenía tres meses de vacaciones al año, decía que no había que practicar la autoexplotación y que tampoco había que sobreexplotar la tierra. Los rebaños de Abel acabaron invadiendo los sembrados de Caín y comiendo sus cosechas.
-Y Caín pasó las de Caín. ¿No?
-Abel ofreció a Caín que trabajara para él, a cambio de un jornal de subsistencia en su compañía ganadera “General Cabras”, pero Caín se negó: dijo que él jamás trabajaría por un salario ni se dejaría explotar, además dijo que la “General Cabras” no practicaba una economía sostenible sino que era peor que la plaga de la langosta porque las cabras de Abel se comían hasta los árboles y lo convertían todo en un desierto.
-Parecen objeciones razonables.
-¡Qué van a ser razonables! Caín era un gandul que no quería ni convertirse en empresario ni trabajar para un empresario. ¡Era un holgazán que prefería el estado del bienestar a los imperativos divinos del crecimiento económico y la productividad! Abel intentó explicarle que el PIB de la Tierra se había multiplicado cada año desde la fundación de “General Cabras”.
-Y Caín le dijo a Abel que se metiera por el culo el PIB. ¿No?
-¿Cómo lo sabes? ¿Tú también conoces la historia?
-Me la imagino.
-Como Caín no quería entrar en razón, Abel hubo de recurrir al Señor de los ejércitos, que envió al ángel de la espada de fuego que había expulsado a Adán y Eva del paraíso terrenal. El ángel, con su espada flamígera, obligó a Caín a doblegarse ante los dictados divinos del libre mercado y a trabajar para Abel en las condiciones dictadas por este. Pero cuando el ángel se dio la vuelta, Caín cogió una piedra y al grito de “¡Intifada, Intifada! ¡Liberación!”, partió la cabeza de un peñascazo a su hermano y patrono Abel. Fue el primer crimen de la historia, el primer asesinato, el primer fratricidio… motivado por la lucha de clases.
-Moraleja: eliminemos las clases y acabaremos con el odio y la violencia.
-No, no, eliminemos la lucha de clases.
-Pero si hay clases siempre habrá odio y violencia.
-No, no, lo que hay que eliminar es la envidia que conduce a la violencia. Y otra moraleja de la historia de Caín y Abel es que si el ángel de la espada flamígera hubiese estado siempre vigilante, Caín nunca habría matado a su hermano Abel. Por eso hacen falta el ejército, la OTAN y las empresas de seguridad privada.
-¿Y qué dicen los atracadores de bancos cuando les cuentas esa historia?
-Inexplicablemente se ponen de parte de Caín. Claro que se trata de criminales. Uno de ellos tuvo la desfachatez de contarme una anécdota de Durruti: una vez, ese terrorista estaba sentado con unos facinerosos como él y llegó un mendigo pidiendo limosna, Durruti, en vez de dársela, le dio una pistola y le dijo: “Ve a un banco y sírvete tú mismo”.


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