-¿Y
tú en qué trabajas?
-Rehabilito
presidiarios para integrarlos en la sociedad como ciudadanos
ejemplares respetuosos de la ley.
-¿Quieres
decir que les buscas un buen trabajo con un buen sueldo y una
vivienda digna y barata?
-No.
Eso sería hacer milagros. Yo sólo soy psicoterapeuta.
-¿Entonces
cómo los rehabilitas?
-Con
tratamiento psicológico. Se trata de que comprendan que su
comportamiento no es correcto ni aceptable, que entiendan el
sufrimiento que han causado a sus víctimas y se identifiquen con
ellas poniéndose en su lugar.
-¿Rehabilitas
a violadores, proxenetas y navajeros?
-No,
mi especialidad es rehabilitar a atracadores de bancos y asaltantes
de viviendas de lujo.
-¿Y
cómo lo haces?
-Tratando
de concienciarlos de la maldad de sus conductas delictivas y de que
lo que han hecho es una gravísima injusticia contra sus semejantes.
-¿Los
banqueros y los ricachones de las viviendas de lujo son sus
semejantes?
-Se
trata de hacerles comprender que si a ellos tampoco les gustaría que
les atracasen sus bancos o les desvalijaran sus viviendas de lujo…
¿Por qué lo hacen a los demás? Se trata de crear una sensación de
empatía: que el delincuente acabe haciendo suya la regla de oro: “Lo
que no quieras para ti, no lo hagas a tu prójimo”.
-Sí,
eso estaría bien si viviéramos en una sociedad igualitaria donde
todos fuésemos “semejantes” y no en una basada en el “homo
homini lupus” y “privatiza, coge el dinero y corre”.
-Tú
también necesitarías de mis terapias.
-¿Para
amar a los banqueros como a mí mismo?
-Rebosas
odio de clase. No has entendido nada de lo que es el amor cristiano y
que viviendo en un estado de derecho basado en la libertad y la
democracia todos somos libres e iguales… ¡Todos somos hermanos!
-Sí,
como Caín y Abel.
-Eso
es: Caín tenía envidia a Abel. ¿Por qué? Porque Caín fue el
primer rojo: odiaba a Abel porque Abel era rico y bueno, Abel era
rubio y de ojos azules, Caín era moreno cetrino, posiblemente negro,
y odiaba a Abel porque era lo que él hubiera querido ser: un bello
mozo rubito y de ojos azules, rico y bueno.
-¿Dónde
has leído esa historia? ¿En el Génesis o en el Mein
Kampf?
-Abel
era un empresario ganadero que deslocalizaba los rebaños, mientras
que Caín era un agricultor ineficiente. Por eso Dios prefería las
ofrendas de Abel y le concedía todo lo que pedía. Abel ordeñaba
sus rebaños todos los días, mientras que Caín se negaba a trabajar
los fines de semana y los festivos y tenía tres meses de vacaciones
al año, decía que no había que practicar la autoexplotación y que
tampoco había que sobreexplotar la tierra. Los rebaños de Abel
acabaron invadiendo los sembrados de Caín y comiendo sus cosechas.
-Y
Caín pasó las de Caín. ¿No?
-Abel
ofreció a Caín que trabajara para él, a cambio de un jornal de
subsistencia en su compañía ganadera “General Cabras”, pero
Caín se negó: dijo que él jamás trabajaría por un salario ni se
dejaría explotar, además dijo que la “General Cabras” no
practicaba una economía sostenible sino que era peor que la plaga de
la langosta porque las cabras de Abel se comían hasta los árboles y
lo convertían todo en un desierto.
-Parecen
objeciones razonables.
-¡Qué
van a ser razonables! Caín era un gandul que no quería ni
convertirse en empresario ni trabajar para un empresario. ¡Era un
holgazán que prefería el estado del bienestar a los imperativos
divinos del crecimiento económico y la productividad! Abel intentó
explicarle que el PIB de la Tierra se había multiplicado cada año
desde la fundación de “General Cabras”.
-Y
Caín le dijo a Abel que se metiera por el culo el PIB. ¿No?
-¿Cómo
lo sabes? ¿Tú también conoces la historia?
-Me
la imagino.
-Como
Caín no quería entrar en razón, Abel hubo de recurrir al Señor de
los ejércitos, que envió al ángel de la espada de fuego que había
expulsado a Adán y Eva del paraíso terrenal. El ángel, con su
espada flamígera, obligó a Caín a doblegarse ante los dictados
divinos del libre mercado y a trabajar para Abel en las condiciones
dictadas por este. Pero cuando el ángel se dio la vuelta, Caín
cogió una piedra y al grito de “¡Intifada, Intifada!
¡Liberación!”, partió la cabeza de un peñascazo a su hermano y
patrono Abel. Fue el primer crimen de la historia, el primer
asesinato, el primer fratricidio… motivado por la lucha de clases.
-Moraleja:
eliminemos las clases y acabaremos con el odio y la violencia.
-No,
no, eliminemos la lucha de clases.
-Pero
si hay clases siempre habrá odio y violencia.
-No,
no, lo que hay que eliminar es la envidia que conduce a la violencia.
Y otra moraleja de la historia de Caín y Abel es que si el ángel de
la espada flamígera hubiese estado siempre vigilante, Caín nunca
habría matado a su hermano Abel. Por eso hacen falta el ejército,
la OTAN y las empresas de seguridad privada.
-¿Y
qué dicen los atracadores de bancos cuando les cuentas esa historia?
-Inexplicablemente
se ponen de parte de Caín. Claro que se trata de criminales. Uno de
ellos tuvo la desfachatez de contarme una anécdota de Durruti: una
vez, ese terrorista estaba sentado con unos facinerosos como él y
llegó un mendigo pidiendo limosna, Durruti, en vez de dársela, le
dio una pistola y le dijo: “Ve a un banco y sírvete tú mismo”.
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