jueves, 7 de marzo de 2013

El derecho a conquistar el pan



Roberto Mérida

A menudo se nos dice que quienes luchan por un mundo más justo acaban quemándose. Que toda la lucha por conseguir políticas sociales que garanticen los derechos básicos de la mayoría, y el acceso a un reparto de la producción y la riqueza equitativo, que no sobrecargue trabajo a espaldas de unos y prive del derecho al trabajo a otros, es en vano... Porque, se dice, "nuestros políticos no cambiarán; siempre habrá grandes partidos turnándose en el poder, y cuando la gente deje de votar a estos, votarán a otros, y los que vengan, aunque al principio tengan buenas intenciones, recién llegados al poder terminarán acomodándose y adaptándose al poder".

Bajo esta premisa, esta "coartada", se pretende que abandonemos la lucha. Se fabrican argumentos, a menudo desde los mismos medios de información con los que crean y manipulan la opinión a su antojo, para deslegitimar a aquellos ejemplos honrados de lucha por un sistema más justo, que sí han conseguido cambios sociales: echándoles en cara supuestas prebendas, subvenciones y salarios, que luego no resultan ser tales. Un ejemplo no muy lejano de esto que quizá todos recordemos era el de Manuel Sánchez Gordillo y los activistas del SAT.
Voy a dedicar unas líneas a hablar de un ejemplo histórico de lucha, no muy lejano en el espacio y el tiempo, bastante propio de nuestra tierra, que casi constituye ya una parte indiscutible, inseparable, del patrimonio de las luchas y conquistas sociales a nivel local, para demostrar que no es verdad que toda lucha sea en vano. Que a veces, si la lucha es lo bastante intensa y continuada en el tiempo, se pueden conquistar grandes derechos. Pero se deben "conquistar", repito, "conquistar" y no "pedir" o "mendigar".

Hace unas décadas, Marinaleda, era la población más pobre de Andalucía, con una cifra alarmante de paro, donde el derecho a la vivienda era cada vez más una rareza para la juventud trabajadora y jornalera; esta a menudo debía emigrar para encontrar un futuro, ganar dinero, escapar del hambre, poder costearse una vivienda o formar y mantener una familia. La población de Marinaleda comprendió que tenía dos opciones: o seguir emigrando, o seguir resignándose a una vida de miseria, o luchar. Organizados en una candidatura local asamblearia, llamada el CUT, y en el Sindicato de Obreros del Campo (antesala del SAT), se decidieron a la conquista de los medios de producción, es decir: de la tierra, de la vivienda y del pan. Comenzaron sus ocupaciones de fincas de Duques e Infantes para obtener tierras con las que poder construir casas sociales y cooperativas para atajar el alarmante problema del desempleo. Y organizaron acampadas y sentadas en la puerta de la Consejería de Agricultura y Pesca de Andalucía en Sevilla capital.

Y se tiraron allí tanto tiempo, entorpeciendo el libre acceso a los edificios y ejerciendo sus medidas de presión que terminaron haciendo entrar a los mandamases de turno "en vereda": los obligaron a atender a sus demandas.

En consecuencia, les dieron más tierras, y hasta el control sobre recursos básicos como el agua.

Gracias a esto Marinaleda es ahora un sistema económico más o menos cerrado: donde el derecho a una vivienda cuesta 15 € al mes, y el precio total no supera el precio de coste; donde el pleno empleo ha sido, al menos para la generación adulta y anciana que conquistó dichos derechos, dicha tierra y dicho pan, una realidad. Y la cifra de paro juvenil es una de las más bajas de Andalucía. Y donde poder gozar de ese derecho al trabajo no supone tener que trabajar horas extras en condiciones precarias y por salarios míseros: la jornada laboral media de Marinaleda no sobrepasa las 7 horas, en el peor de los casos 8, y en el mejor 6. Marinaleda es hoy uno de los pueblos con más conciencia social, que se halla a la vanguardia de las luchas de los jornaleros en Andalucía, y aun de la lucha contra eltotalitarismo o "mafia" bancaria: mediante ocupaciones de sedes del Santander, mediante participación en movimientos ciudadanos, boicots al parlamento... Y se halla en la vanguardia de la creación de un sindicato alternativo, el SAT, en elque se hallan organizados sectores cada vez más amplios de los trabajadores precarios de sectores como la hostelería de Sevilla, gracias a lo que, día tras día, es más difícil vulnerar nuestros derechos.


Quienes sufrimos las políticas brutales de recortes y destrucción del tejido social, de privatizaciones y de desempleo, de fabricación de este desempleo por medio de la reforma laboral y el abaratamiento del despido, o la facilitación de EREs, estamos acostumbrados a que, desde los mismos medios del poder, se criminalicen nuestras luchas: se nos llame al orden, se nos acuse de provocar mediante nuestras constantes manifestaciones, acampadas, huelgas o cortes de calle un daño irreparable a la economía, se nos trata hacer quedar como vagos. Se intenta hacer creer a la mayor parte de la opinión ajena a determinada lucha puntual concreta, por distancia geográfica quizá, o porque no le afecta tan de lleno determinada reivindicación concreta, que nosotros somos los verdugos, y no las víctimas; que las víctimas son, primeramente, "la economía", y después, el conjunto de los ciudadanos.
Debemos decirles: estas acusaciones, también se hicieron en su momento a los activistas del SAT, y se hacen hoy cuando paralizan en la localidad de El Coronil el servicio de basura, poniendo a la alcaldía local al borde de la crisis y obligándola a escuchar las demandas de los trabajadores y renegociar en términos más iguales el convenio de trabajo.


Debemos decirles: el conjunto de los ciudadanos sólo puede ganar con las luchas sociales, con la parálisis temporal de la economía que perjudica primeramente a quienes se benefician de ella, los ricos, ese puñado de capitalistas que presiona a los gobiernos para que apliquen recortes, reformas laborales, o abran la veda a los EREs. Porque a los ricos sólo les importan sus negocios, sus bolsillos, sus beneficios; y si dichas luchas sociales son lo bastante largas como para afectarles los beneficios o hasta provocarles pérdidas, ellos se verán de una vez por todas obligados a satisfacer nuestras demandas: torceremos la resistencia de los ricos, y podremos exigirles que den marcha atrás en determinada privatización, o determinado recorte. Esto puede servir de buen ejemplo a otros sectores de la ciudadanía, otros sectores laborales afectados por despidos o recortes, sectores de la sanidad o hasta de usuarios afectados por la privatización, y sectores de trabajadores en precario y hasta parados afectados por una reforma laboral que contribuye, abaratando el despido, a aumentar la cifra del desempleo y hacer peligrar los trabajos que quedan.

En Marinaleda antes de la lucha del SAT tenías dos opciones, o emigrar o morirte de hambre: pero hubo una tercera opción que fue la ocupación, y la concentración o la sentada indefinida ante los edificios de gobierno de la Junta.

Gracias a eso Marinaleda es uno de los pueblos de Andalucía con uno de los niveles de vida más altos, el derecho a la vivienda está generalizado, es barato y altamente asequible, y el índice de paro es uno de los más bajos; y brilla por su ausencia la precariedad laboral.

Quienes hoy luchan contra el problema del paro, de la precariedad: se exponen también a dos soluciones: emigrar o morirse a la postre de hambre.

Pero pueden abogar por una tercera opción: que es la lucha, la ocupación o la sentada indefinida, ante las sedes de gobierno de la Junta.

Les animamos a que dejen de ser "pedigüeños", y luchen por conquistar su derecho al pan, el trabajo digno, y un salario no de miseria.
Hagamos nuestra concentración indefinida. Luchemos por la conquista de nuestro pan.

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