martes, 18 de diciembre de 2012

La situación política internacional hoy

Roberto Mérida


Vivimos una situación de retroceso en los niveles de vida y las conquistas sociales, sin precedentes. Este retroceso, plasmado en lo material, con una bajada drástica de los ingresos de las amplias masas de la población, viene acompañado por una bajada drástica en el nivel de consumo y por una dificultad cada vez mayor en el acceso a derechos básicos como la vivienda, o el derecho al trabajo, entendido no tan sólo como empleo digno, sino como empleo precario, es decir, lo que empieza a estar cuestionado aquí es el ya de por sí cuestionable “derecho” a la “esclavitud asalariada”, como medio esencial y consustancial de subsistencia del proletariado en el capitalismo moderno.

Este retroceso material, tiene su impacto también en la ideología, en una forma de retroceso ideológico. Este retroceso en la ideología, se caracteriza, por ser más o menos paralelo en todas partes. No tiene precedentes en la medida en que se da a escala global, y se plasma, por un lado, en la mentalidad reaccionaria de las altas clases dirigentes y un sector de la “intelectualidad” que le sirve de mercenario ideológico; por otro, por la apatía reinante hacia todo lo que concierne a la vida política en las amplias masas despolitizadas, y apáticas, de la población, limitadas a una educación política de clientelismo, con la que tienden a polarizarse, a la hora del voto, en torno a las grandes corporaciones bipartidistas, que se turnan cada varios años en el poder, sin el menor atisbo de crítica a los elementos esenciales de su política económica, que convergen entre sí en más de las 4/5ªs partes hacia lo mismo.


Estas dos o más corporaciones bipartidistas u oligopartidistas, representan los mismos intereses de clase, ya que defienden con sus políticas los intereses de las grandes multinacionales y bancos, que son los que financian sus campañas políticas. Esta es la causa principal del gran abismo existente entre las capas populares, y la casta política, monopolizada por dos o más grandes partidos cuyas fuentes de financiación son la misma: el gran poder económico, y del carácter impopular, en última instancia, de su actual política socioeconómica basada en inyecciones masivas de dinero al gran capital, y recortes y privatizaciones a los servicios sociales, los bienes públicos, la calidad del empleo y los salarios.
Este consenso bipartidista u oligopartidista, ha comenzado a presentar fisuras, en la actual situación de crisis generalizada del sistema capitalista vigente, y de ataque en masa a las conquistas y derechos sociales básicos de la población asalariada.

Así, en un sector cada vez más amplio de la juventud y la masa asalariada, surge un sentimiento cada vez mayor de radicalización, y de cuestionamiento generalizado a las estructuras vigentes del régimen, y del sistema. Este sector comienza a cuestionar instituciones como los partidos mayoritarios, la clase política o el poder de las oligarquías financieras, y a su vez, el poder mediático de los grandes medios de masas capitalistas, cuyo cometido es polarizar la opinión pública en favor de sus intereses, y generar confusión sobre la verdadera raíz de los grandes problemas socioeconómicos que son consustanciales a la manera de hacer negocios del capitalismo.

Así, si vamos echando un vistazo a cómo está organizada la estructura de socioeconómica de relaciones de poder existente, y ascendemos poco a poco un peldaño tras otro hacia la cúspide del poder, nos sorprenderá ver cómo todas las grandes instituciones que componen el Estado, el actual régimen político, tales como el parlamento, las leyes, los tribunales, la policía, los partidos, la burocracia; y el sistema económico, tales como la bolsa, los mercados, la banca, los grandes medios de prensa, las grandes empresas transnacionales y monopolios, grandes franquicias y cadenas de producción, con sus sucursales y subcontratas, etc., están unidas por miles de lazos y vínculos a las mismas grandes familias que regentan el 90% de las relaciones de producción, de financiación, de inversión, de comercio, que influyen en las acciones políticas de los gobiernos, en una palabra, que influyen en las relaciones de poder, que constituyen la oligarquía o élite financiera.

En una situación en que el capitalismo ha alcanzado un nivel de desarrollo industrial y tecnológico sin precedentes, se disparan en el mundo subdesarrollado, y aun en buena parte del desarrollado, los índices de explotación, precariedad, insalubridad, hambre y miseria.

Al mismo tiempo, las instituciones están tan unidas a los grandes grupos de poder económico, que casi no permiten el menor resquicio para que las clases subalternas, grupos de oposición al régimen, u organizaciones que se erigen en representantes ideológicos de los intereses de las masas explotadas, tengan opción de expresar, políticamente, su descontento, o desarrollar políticas alternativas, en oposición a los continuos ataques de las clases altas a los niveles de vida de las grandes masas de asalariados que constituyen el 90% de la población en la mayoría de países del capitalismo avanzado, y a su sector más castigado, y cada vez más generalizado entre las capas jóvenes de la población, el precariado moderno.

Semejante situación de asfixia política y económica, en la mayor etapa de decadencia conocida del capitalismo, hace necesario un cambio drástico.

Fruto de esta situación de frustración creciente, son los nuevos movimientos sociales como el de los Indignados, movimientos de asambleas populares y de ocupaciones de plazas que van extendiéndose uno tras otro a los países más castigados por las políticas de ataques y recortes a las conquistas sociales y niveles de vida del capitalismo avanzado, y aun a países semicoloniales, o dependientes, pertenecientes al ámbito de la periferia (el mal llamado Tercer Mundo, por el discurso eurocéntrico, y filantrópico de las clases altas y las ONGs).

Son asimismo, las nacientes oleadas de lucha y contestación social por parte de sectores del sindicalismo de base y la clase obrera que, de manera generalizada, comienzan a verse afectados en sus gremios por esta ofensiva de recortes a los bienes públicos, por parte del capitalismo, tal es el de sectores de trabajadores públicos como los funcionarios, los trabajadores de la enseñanza, o de la sanidad.

Fruto de esto, son episodios como las últimas semanas de movilizaciones en la enseñanza pública y la sanidad en diversas comunidades autónomas, en el Estado español, como la última huelga general de 48 horas en Grecia, después de varios meses y semanas de movilizaciones y luchas, cada vez más generalizadas a los diferentes sectores laborales públicos y privados del país, empezando por la huelga de basureros, o la huelga general del sector público de Gran Bretaña, sin duda la más importante desde la Huelga General de 1927, hechos todos estos, sin precedentes, desde la Gran Depresión y la II Guerra Mundial, exceptuando quizá, el Mayo Francés, en Europa.

Asistimos, por otro lado, a un nuevo despertar de los levantamientos de masas, revolucionarios, en países semicoloniales, o dependientes, como los del Norte de África, y buena parte de Oriente Medio, que se traducen en el estallido de las primeras grandes revoluciones de masas del siglo XXI, aún incompletas y con frutos sólo transitorios en los países árabes de Egipto y Túnez, que han derribado a las cabezas visibles de dictaduras títere cleptócratas afianzadas desde hace varias décadas sin el menor atisbo de oposición legal, no perseguida por el régimen, y abierto el paso a una oleada creciente de radicalización y politización de la clase obrera y amplios sectores de la juventud, iniciada ya en parte con las huelgas de 2006 en adelante en Egipto, abriendo el paso a la formación de nuevos partidos de ideología de izquierda radical;

o el estallido de revueltas contra los regímenes burocráticos, e igualmente cleptócratas, que son la encarnación de la oligarquía militar y la inestable burguesía regional, en los países de Libia, Siria o Yemen, generando fuertes convulsiones y divisiones entre las mismas bases y aun en la jerarquía del ejército, conduciendo en muchos casos, como el de Libia, o amenazando, como en los de Siria o Yemen, con la perspectiva de la guerra civil, y la oportunista intervención de los sectores abiertamente intervencionistas de las potencias capitalistas extranjeras, encarnados en un sector de la OTAN en torno al eje Francia-Gran Bretaña-EE.UU.-España y, recientemente, Italia.

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