Rod Xpectrvm, Sevilla
Iniciamos este ciclo de artículos titulado Rosa Luxemburg: sindicalismo, partido obrero y huelga de masas, que comenzamos con el siguiente escrito de homenaje a una de las revolucionarias más grandes de la historia de la lucha por el socialismo internacional: La revolucionaria Rosa Luxemburg, que dedicó su vida a pelear por la emancipación de la clase trabajadora. Acompañamos, con el presente escrito, la difusión de su libro Huelga de masas, partido obrero y sindicatos (1906)[click aquí], y de la siguiente película, basada en la vida de la revolucionaria: Rosa Luxemburg (1986), dirigida por Margarethe von Trotta
Hasta el año 1917, quienes luchaban por la revolución socialista, se denominaban a sí mismos: socialdemócratas. Los socialdemócratas, eran aquellos revolucionarios de la época, que creían que para alcanzar un reparto igualitario de la riqueza (el socialismo), había que combinar la lucha sindical con la lucha política.
Se diferenciaban de los anarquistas, que consideraban la política una fuente de corrupción (no diferenciando entre política burguesa o pro-capitalista, y políticas obreras o socialistas). Los anarquistas primigenios (a diferencia de otras formas posteriores de anarquismo obrero, como el comunismo libertario), abandonaron la lucha política y se limitaron a la lucha sindical, pensando que a medida que ésta se radicalizase, permitiría paralizar la producción de todo un país, provocando la caída del régimen.
Los anarquistas de esta época (y aun hoy muchas escuelas del anarcosindicalismo y el anarquismo contemporáneos) propugnaban la destrucción del poder político, a través de la destrucción del Estado. Pensaban que destruyendo toda forma de poder, desaparecerían las leyes que oprimen a la sociedad. La sociedad dejaría de delegar, y al no delegar, los individuos, comenzarían a ser soberanos, y por tanto libres. Ellos propugnan la destrucción del poder, al que llaman “Estado”, pero no se plantean reemplazar la forma de poder previamente destruido, el Estado capitalista, por una forma de poder nuevo, al servicio del pueblo, al que los socialdemócratas (marxistas), llamaban Estado obrero.
Para conseguir este fin, la destrucción del “poder”, del Estado, los anarquistas defendían la huelga general indefinida. Los socialdemócratas clásicos (anteriores a la Revolución Rusa), rechazaban esta vía como fin último, porque pensaban que para que esta fuera posible, era necesario que la clase obrera contara con un fondo de resistencia de gran envergadura, a fin de mantener a los obreros durante el curso de la misma. Esto requería un nivel de organización tal que, cuando los obreros lo alcanzasen, estarían en condiciones de lanzarse, sencillamente, a la conquista del poder político, sin necesidad de la huelga indefinida.
La I Revolución Rusa, de Enero de 1905, es el primer ensayo general de lucha política unida a la huelga general indefinida, o de masas. Ésta desmiente la premisa anarquista, a la vez que obliga a relativizar y poner en actualidad las premisas socialdemócratas (marxistas).
En 1917, tiene lugar la II Revolución Rusa, que constituye un hecho sin precedentes en la historia. Es la primera vez que los trabajadores de un país se hacen con el control de la maquinaria del Estado.
Utilizan este control para cambiar las leyes, declarar la jornada laboral de 8 horas, nacionalizar la banca, la electricidad y transportes, declarar el control obrero en la producción, realizar la reforma agraria, erradicar el analfabetismo, desarrollar la educación y sanidad públicas gratuitas, desarrollar el cine y las vanguardias artístico-literarias, legalizar el derecho a aborto, apropiarse de las centrales de telégrafo y teléfono, así como de los periódicos, emisoras de radio y medios de prensa, sustituir el ejército burgués por milicias obreras (que servirán de base para la democratización del Ejército y posterior creación de un ejército obrero, el Ejército Rojo) y un sinfín de políticas progresistas más que nunca antes tuvieron lugar en la historia. Disuelven el parlamento y lo sustituyen por un sistema de democracia asamblearia conocido como Soviets, que significa Consejos, en ruso. Desde éstos, la población podía elegir y establecer las líneas políticas, enviando delegados para defenderlas a un o un Sóviet Supremo, que hacía las veces de Coordinadora; bajo este sistema, los dirigentes políticos no eran algo separado del pueblo. Los delegados nunca cobraban un salario superior al salario medio de un trabajador, y eran en todo momento revocables, es decir, podían ser reemplazados si la base que los había elegido no estaba conforme con su gestión o la defensa de los acuerdos políticos previamente alcanzados en asamblea, y así lo deseaba.
Esto crea un cisma entre los socialdemócratas: una parte de ellos, considerados marxistas revolucionarios (pues defendían a toda costa la necesidad de una revolución de corte socialista), apoya la revolución rusa. Otra parte, considerada reformista, o revisionista (pues defendían el “derecho” ó “necesidad” de “revisar” a Marx, que ellos llamaban “libertad de crítica), corrompida y vendida por años de participación en las instituciones parlamentarias, cobrando altos salarios, o incluso en carteras ministeriales, se posicionan a favor del Estado capitalista, que se siente amenazado, y que ellos llaman, de manera demagoga, “La Democracia” (burguesa).
Para diferenciarse de los socialdemócratas oportunistas y corruptos (revisionistas), que además habían apoyado la I Guerra Mundial (enfrentando a los obreros de unos países con otros), los revolucionarios pasan a denominarse “comunistas”.
Aquellos que siguen defendiendo el parlamento capitalista como sinónimo de democracia, y pretenden alcanzar el bienestar social aplicando reformas (reformistas) se siguen llamando socialdemócratas. Entre estos últimos, queda englobada la mayoría del partido menchevique y la mayoría del SPD Alemán. Entre los primeros, quedan englobados los bolcheviques y los comunistas ó espartaquistas alemanes, a los que pertenecían Rosa Luxemburg y su compañero de partido, el parlamentario antibelicista Karl Liebknecht (el único parlamentario socialdemócrata que votó en contra de la guerra). Esta misma escisión se repite a lo largo y ancho de los partidos socialdemócratas del resto de países. En España, estará detrás de la creación del PCE (Partido Comunista), a partir de una escisión del PSOE. Los dirigentes del PSOE, posteriormente a esto, participarán como ministros en el gobierno de la Dictadura de Primo de Rivera, comenzando así su historial de traición al movimiento obrero. Lo hicieron porque, en aplicación de las ideas reformistas, eran partidarios de aprovechar cualquier oportunidad de acercarse a cotas de poder dentro del Estado capitalista, para implantar reformas que pudiesen acarrear ciertas mejoras para la clase trabajadora; pero al hacer esto, imponían límites legales a la lucha del movimiento obrero, y terminaban abandonando la perspectiva de la revolución. Posteriormente, de la escisión entre comunistas democráticos y stalinistas, surgiría el Partido Obrero de Unificación Marxista (anteriormente Bloque Obrero Campesino), conocido como POUM, cuyo papel fue importantísimo en la Revolución Española de 1936 en las colectivizaciones de Cataluña y Aragón, y en los Sucesos de Mayo de 1937, en que se enfrentaron en alianza con el ala radical de la CNT (llamados Amigos de Durruti) contra el gobierno de la Generalitat (dirigido por el PCE) que se había propuesto desarmar a los obreros y deshacer las principales conquistas de la revolución, las colectivizaciones de tierras y fábricas, desde la retaguardia, aprovechando la confusión en el Frente en la lucha contra el franquismo.
Rosa Luxemburg, pertence a aquella parte de los socialdemócratas que rechazó la participación de Alemania y las otras potencias en la I Guerra Mundial, junto con Karl Liebknecht, y que en 1917 apoyó la Revolución Rusa de Octubre, escindiéndose varios meses después del Partido Social-Demócrata Alemán (el SPD) para formar su propio partido revolucionario (todavía pequeño), conocido como: Liga Espartaco. Fue el origen del Partido Comunista Alemán (el KPD). Este experimentará un rápido crecimiento. La Liga Espartaco será fundamental al liderar los acontecimientos conocidos como Insurrección Espartaquista, en Enero de 1919, que marcará la segunda etapa de la Revolución Alemana de 1918, y en la que Rosa Luxemburg y K. Liebknecht jugarán un papel fundamental. Del desenlace de esta Insurrección, dependía el tener o no una Europa socialista.
[Continuará en la próxima entrega]
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